Los calambres son contracciones involuntarias de los músculos que provocan dolor durante un breve pero intenso periodo de tiempo. Solemos asociarlos a las piernas, ya que es la zona más propensa a este tipo de lesiones, pero pueden aparecer en otras zonas del cuerpo. Es más, en ocasiones el calambre puede afectar a varios músculos a la vez.
Agotamiento
El sobreesfuerzo es la principal causa de los calambres musculares. En otras palabras, si realizamos una actividad más intensa y prolongada de lo que estábamos acostumbrado, tendremos más posibilidades de sufrir calambres.
Deshidratación
La falta de agua en nuestro organismo es otro de los factores que desencadenan los calambres y está muy ligado al epígrafe anterior, ya que cuanto más esfuerzo realicemos, más sudaremos y más agua necesitaremos reponer. Por eso, es muy importante mantenerse bien hidratado antes, durante y después de cualquier tipo de actividad física intensa.
Sales
La sudoración excesiva puede producir un déficit de sales en nuestro cuerpo y acarrearnos espasmos. Los calambres están especialmente asociados a la falta de magnesio, potasio, calcio y sodio, de ahí que en las pruebas deportivas más exigentes se recomiende la ingesta de alimentos ricos en estos nutrientes.
Otras causas
Existen otros factores que guardan relación con los calambres. No en vano, está demostrado científicamente que las embarazadas y las personas que padecen insuficiencia renal, diabetes, alcoholismo o hipotiroidismo son más propensas a sufrir calambres musculares.
Frío y calor
Lo primero que hay que hacer tras sufrir un calambre muscular es detener la actividad física y realizar un estiramiento. Una vez que el dolor ha menguado, se puede aplicar frío para que el músculo recupere su estado natural y en determinadas circunstancias también podría ser muy beneficioso el calor, aunque si tienes dudas lo mejor es acudir a un fisioterapeuta.